domingo, 18 de agosto de 2019

DON VALENTIN JUAN DIAZ (a) "TITO"



En los números iniciales de PRIMICIAS, una pluma sólida, diestra tenía a su cargo la justa ponderación de los grandes valores individuales de nuestra villa.
Las circunstancias no lo permitieron por mucho tiempo, en contra de nuestra voluntad y de la suya propia, proseguir con aquella sección tan justiciera e interesante.

Nos vimos privados entonces de una colaboración honrosa y los lectores de una página sustantiva.
No obstante comprendimos la necesidad de llenar el claro producido en nuestras columnas y de ahí surgieron toda una serie de artículos biográficos no ya dedicados a los valores universitarios sino a las figuras populares: cantores, deportistas, en fin, en cuantos constituyen el blanco de la admiración común.
Hoy nos toca siguiendo este tren de justos homenajes, referirnos a Valentín Juan Díaz.
Valentín es un muchacho de todos conocido. Lo enfocamos en la calle en horas de la mañana o la tarde cuando el día crepusculiza. Es eminentemente callejero y a la par de callejero es también eminentemente gritón.
Pero ni una cosa ni la otra lo es porque sí nomás, puro gusto sino por lógica exigencia de su oficio, porque Díaz es nuestro más popular canillita.
Estamos hablando de “Tito”. Aclaramos para justificar nuestros adjetivos y para que el lector deje de torturarse la mollera.
Valentín Juan Díaz y Tito son una sola persona. Tito sin embargo es más popular, está más familiarizado en el trato cariñoso de la muchachada.
Hablar de Tito es hablar de algo esencialmente nuestro. Una parte elemental del Ituzaingó viviente. Las figuras populares como las de él no se las designa por el nombre de pila. Este se deja para la tiesura cortesana. El trato íntimo y popular se valen siempre de un sobrenombre cualquiera simpático y cariñoso.
De ahí que a Valentín Juan Díaz no se le conozca por tal, sino por “Tito” que suena más a familia, a amigo, a compañero…
Ituzaingó nuestro pueblo es una gran familia y Tito es parte integrante de la misma. Hay quienes residen en el pueblo y no son de la familia, es decir no conviven con el pueblo, son vecindades no más, extrañas, ausentes… Para vivir con el pueblo, para ser de la familia ituzainguense, menester es compartir la calle, el café, el club…
Entonces se descubren los demás miembros y salta a la vista que con tal o cual se comparte un vínculo común, se pertenece a la misma familia. ¿Y quién no ha visto en la calle o en el café o en el club integrando los corrillos y animando los comentarios, la presencia de Tito?
Tito está en todas partes en todos los lugares del pueblo, es el muchacho más popular y no le faltan méritos para ello, su popularidad se la ha ganado en buena ley.
Hace 8 o 9 años llegó a Ituzaingó, era un forastero, se afincó aquí y pasó a ser entonces un nuevo vecino y de entrada nomás se metió a canillita. Su voz comenzó a sacar ecos de todos los ámbitos del pueblo y a adentrarse en los oídos con el timbre de una personalidad propia; se popularizó.
Bueno, afable, simpático, conquistó pronto la muchachada y se hizo un compañero más.
Su afición a los deportes le valió en 1937 un honroso premio discernido por el intendente Amato, al inaugurarse la Plaza Norte. En aquella oportunidad sobre los demás competidores se distinguió brillantemente ganando la Maratón, y el año pasado lo vimos en el Campeonato Interno del Club Atlético compartir el cuarto puesto con el cuadro “Jettatore” en donde se destacó por su entusiasmo y aquilatado espíritu deportivo.
Todos estos antecedentes, a grandes rasgos citados, y otros que dejamos sin querer en el tintero, justifican el cariño y simpatía de que Tito disfruta en el pueblo. No por nada tiene decidido, según nos lo ha dicho confidencialmente, no separarse nunca de Ituzaingó.
Ituzaingó es para él como decimos nosotros un hogar grande, un hogar cuyo holgado ámbito llena él todas las noches con sus pregones volanderos.
A.S.H.
(revista “Primicias”, año 1939)

EDICIONES SET. Y OCT. 1938 Y ABRIL 1939